Mi último día en una lo iba a dedicar a fotografiar las calles, el trasiego mutante del tráfico, su historia y sus edificios principales. Así, después de ver unos cuantos monumentos importantes me introduje en la calle Hamel, una calle colorida, llena de ritmo y alegría, una calle pintoresca y muy fotografiada. Me recordaba al Edificio Tabacalera en Madrid, se respiraba cultura urbana, abstracta y llena de mensajes.
El resto del día fotografié detalles y algunos vehículos que permanecerán siempre en el recuerdo para aquel que llegue a Cuba y sea un bohemio y nostálgico del mundo del motor. Por la noche, un helado en Coppelia donde las colas son interminables. Allí compartí helado contando mis experiencias y escuchando la historia con un exploto de aviones jubilado. Un gran momento para poner punto y final mi estancia en La Habana.