Cansado llegué a la terminal donde estuvimos esperando cerca de dos horas al autobús, una chica española y cuatro familias africanas, medio dormidos. Al final el bus llegó y cinco horas más tarde, después de la paliza de todo el día…estábamos en Baracoa.
No podía perder mucho tiempo buscando casa pero al llegar al centro me di cuenta que hay dos partes muy diferenciadas en Baracoa, la zona sur , pegada a la costa es más barata que a norte, las casa son más modestas y llevan poco tiempo construidas después del huracán que hace dos años arrasó toda la costa. Allí debía ir porque el presupuesto no daba para mucho más y conocí Casa Iliana y Ochoa, una modesta casa de huéspedes con dos camas sin aire acondicionado. Me quedaría tres noches hasta el regreso a Santiago donde ya tenía sacado el billete.
Después de dejar las cosas me fui en busca de una bici que me llevase a Playa Maguana esos días y a Yumurí, que estaban a bastante distancia del centro. Conocía a Camilo, un chico un poco desconfiado de los turistas y reacio a alquilarme la única bici decente que había en los alrededores y, aunque fuese un modelo femenino y un poco pequeña para mi altura…accedí pagando un poquito más pero dando mi palabra que regresaría sana y salva.
Así fue, ese mismo mediodía iría a playa Maguana a descansar, a disfrutar de los 18 kms. de trayecto que me separaban de ida disfrutando de los ascensos y descensos suaves que ofrecía el camino y disfrutar de una de las playas más bonitas de Cuba aunque me encontrase alguna sorpresa el primer día, jajajaja.
Estuve poco tiempo en la playa porque enseguida se haría de noche y debería descansar porque al día siguiente tenía pensado ir al cañón del río Yumurí.
Cuando llegué..Antonio Ochoa, que pronto sería su cumpleaños, me regaló una deliciosa cena que había pescado el mismo esa misma tarde porque era la época: Una deliciosa “Cojinúa” con plátanos fritos. Hay cosas que te recordarán siempre como algo delicioso y ese pescado, en ese momento es uno de ellos.
