Cuba. Día 4: Viñales. Cueva del Indio

Después de estar toda la noche limpiando las zapatillas del barro arcilloso con el que llegué, Casa Óscar , la casa vecina Tripadvisor se ofreció a dejarme el tendedero en su azotea cubierta para que  mañana estuviesen secas y además su mesa para poder escribir y pintar. Al final les regalé uno de mis lettering personalizados como muestra del agradecimiento.

 Esa noche dormí como un ángel, no madrugaría, me lo iba a tomar de relax, solamente coger la bicicleta que alquilé por la tarde para este día que me llevaría a La Cueva del Indio, a unos 6kms y a la vuelta me llevase a uno de los miradores para ver el atardecer de Viñales.

Está claro que si quería hacer rutas más largas o parte del camino tendría que buscarme las castañas y no alquilar las bicis del estado. Una bicicleta en Cuba en buen estado es un artículo de lujo y en Trinidad tendría que invertir ese tiempo en conseguirla porque esta me llevó hasta allí pero la traje yo empujando.

 la Cueva del Indio es una turistada pero poco más se puede hacer por Viñales después de ver cafetales y los Mogotes, un pueblo que le ha caído el turismo del cielo que con el tiempo tendrá que gestionar y explotar sus atractivos, que son muchos, entre ellos la escalada por la que pregunté pero el estado no está por la labor. El precio que hay que pagar por una actividad privada es alto, muuuy alto. Así que allí me planté en una cueva que no tiene mucho encanto pero que para hacer en familia y si te sobra tiempo no está mal.

Llegué pronto y eso me hizo estar un buen tiempo hablando con Víctor y con la dueña de Casa Óscar. Antes de atardecer volví a coger la bici y subí hacia lo alto de Viñales como me indicó Víctor. Desde el Hostal Ermita aprecié con mojito en mano como caía el atardecer en los mogotes, un atardecer gris porque la tormenta estaba al acecho y no dejó verlo con claridad. 

Antes de que anocheciera y lloviese más bajé de nuevo a la casa, allí estaba Víctor esperándome con la cena y después de seguir charlando me comprometí a hacerle unas fotos de su casa para promocionarlas que se las mandaría a mi llegada a Madrid.

¿ A que quedaron chulas?

Pero antes me quedaba un último agradecimiento. Después de cenar volví a bajar a La Roca a tomarme mis últimos daiquiris mientras disfrutaba del frescor de la noche que la lluvia había dejado. 

A la mañana siguiente hice las fotos y poco más, despedirme y desearles mucha suerte en su camino. El taxi compartido salía pronto para Trinidad. quedaba un largo viaje. Nunca supe hasta qué punto puede emocionar un pequeño detalle pero como ya hiciera en Casa Caracol...es lo menos que podía hacer por su hospitalidad, trato y amistad.

Leave A Comment