Mi estancia fue carta en Santiago de Cuba. Según llegué los propietarios de la habitación me dijeron que se la habían alquilado a unos alemanes porque yo iba a estar una noche y ellos ofrecían siete. Obvio. La alternativa era ir a dormir a casa de su cuñada, una habitación más grande, en segunda planta con buenas vistas y más cerca de la calle Enramadas. Perfecto.
Mi día en Santiago lo completé recorriendo calles y calles y calles, desde las más famosas atestadas hasta las de la periferia. Visité los lugares típicos como el Balcón de Velázquez, la Catedral de la Asunción, el Parque Céspedes, el Barrio Tívoli, haciendo fotografía urbana y algún que otro retrato.
Por la tarde buscando algún recuerdo que llevar y una botella de ron Santiago que prometí a mis amigos me encontré con tiendas peculiares y las charlas se intensificaron hasta la noche, donde descansaría para coger el autobús de vuelta a La habana que se antojaría largo y pesado.